Prestadme
un poco de atención que os tengo que explicar algo importante: hace tiempo que mi vecino me quita el sueño. No hago
otra cosa que pensar en él y este pensamiento obsesivo va in crescendo. Seguramente algunos opinaréis que tengo suerte ya que
no todos los días una se cruza con un vecino que le cambia la vida, pero eso es
porque todavía no conocéis mi historia.
Cuando
me lo encuentro por la escalera no lo puedo evitar: me palpita el corazón, me
quedo bloqueada y no soy capaz de explicarle lo que me pasa. Él no intuye nada
porque es muy tonto. Sería fácil decírselo, pero no quiero poner en peligro
nuestra cordial relación (si por eso se entiende algo tan trivial como saludarse
con un hola y adiós cuando nos cruzamos en el vestíbulo o sacar algún tema
recurrente cuando coincidimos en el ascensor: «Pues hoy hace mucho frío» o «Pues
esta semana no han venido a limpiar la escalera»).
Realmente,
no sé por dónde empezar cuando lo tengo frente por frente; el asunto es tan delicado
que no se puede abordar así como así. Mirad que me esfuerzo, pero siempre me
desvío del tema, los dos acabamos despidiéndonos con una sonrisa y aquí no ha
pasado nada (cuando pasa, y mucho).
En
realidad, detesto mi indecisión. Debería tomar aire, coger impulso y soltárselo
de una vez por todas. Pero lo que me frena es pensar en cómo se lo tomará. No
puedo llamarle al móvil porque no tengo su número y su teléfono fijo no figura
en el listín, así que como no me arme de valor y le pique a la puerta...
Incluso había pensado en dejarle una nota anónima en el buzón, que ya es decir.
La situación se agrava día
a día. Y ya no puedo más, como decía aquella canción de Camilo Sesto. Estoy
segura de que cuando se entere, todo cambiará radicalmente y tal vez ni me
salude. Ya sé que ahora nadie llama a la puerta del vecino para pedirle azúcar cuando
hay una tienda de paquis abierta hasta las tantas en la esquina de tu casa,
pero eso no es una excusa para no tener una buena relación con los vecinos y
llevarse bien.
Mi
vecino es un verdadero castigo y por su
culpa no pego ojo. Ojalá se mudara y así acabaríamos con la raíz del
problema, pero de momento tenemos que convivir. Debo aclarar, por si alguien a
estas alturas de mi narración me ha malinterpretado, que yo no siento nada
«amoroso» por mi vecino. Si pensabais que lo mío con el vecino era una fantasía
sexual tipo rollo butanero, vais muy equivocados. A ver si ahora empieza a
circular el bulo por el ciberespacio. Y NO.
Él me trae por el camino de la amargura
porque, como es vigilante de seguridad, llega a casa o se marcha a horas
intempestivas, cuando yo estoy en lo mejor del sueño. Siempre que viene o se
va, pega un gran portazo a su puerta
¡¡¡y vibran los cimientos de todo el edificio!!! Por efecto de la onda
expansiva, también tiemblan las paredes de mi casa, y especialmente las de mi
habitación, que se halla muy cerca de la entrada, donde se encuentra el
epicentro del terremoto de por lo menos nueve grados en la escala de Richter. Debido
al estruendo me despierto con un gran sobresalto, porque a sus portazos no hay
quien se acostumbre. Y luego ya no pego ojo. ¿Ha quedado claro? Por eso ando
todo el día pensando en el maldito vecino. No sé cómo aguantan tanto maltrato las
pobres puertas (la suya por los cacharrazos que le mete y la mía por tener que
soportar esos rebotes por inercia).
Cualquier
día pongo a prueba mi puntería y le cuelo un grillo por la ventana del patio de
luces, a ver si le molesta y no le deja dormir. Para mayor desgracia, el chico es
muy despistado: casi cada día se olvida algo en el piso y regresa a buscarlo,
lo que significa que yo recibo doble (o incluso triple) ración de portazo por
si no tengo bastante con soportarlo una vez. No sé dónde tendrá la cabeza este
hombre, pero los dedos se los podría dejar descuidados en la puerta y llevarse
un buen escarmiento al cerrarla.
¿Hay
alguien que se sienta identificado con mi problema y que tenga que soportar a
algún vecino como el mío? ¿O es que pertenecéis al grupo de mi vecino, es
decir, a esos que siempre quieren dejar constancia de que llegan o se van? En
este caso, os recomiendo que veáis unos vídeos didácticos en YouTube en los que
se muestra paso a paso cómo se debe cerrar una puerta para no molestar a los demás.
De verdad que no es tan complicado y, con un poco de práctica e interés por
vuestra parte, aprenderéis a ser
educados y respetuosos con el resto de vecinos (sí, supongo que a algunos
eso se la repampinfla). Porque vivir en una comunidad es algo más que decir
«hola» o «adiós» al cruzarnos con alguien en la escalera (bueno, ahora también
se estila el mutismo total).
El
otro día incluso tuve una pesadilla: soñé que me despertaba y que las paredes
de mi casa estaban llenas de grietas debido a los portazos. Estas pasadas
fiestas podía haberle hecho el amigo invisible a mi vecino y haberle obsequiado
con un bote de aceite para engrasar bisagras, por si el origen del problema
proviene de ahí. Unas gotitas milagrosas y ¡listo! La dichosa puerta iría ahora
como la seda. O tal vez hubiera sido mejor regalarle un vale para un cerrajero,
como esos que se regalan para una sesión de spa. En plan: «Te he comprado esto,
vecino, para que llames a un cerrajero, te arregle la puerta y me dejes dormir.
Que vengan y que te retoquen el marco de la puerta (y el conocimiento, ya de
paso)». ¿Pero tanto cuesta cerrar la puerta con suavidad —parece que para
muchos no es sencillo—, sin necesidad de dar ese portazo que invade la paz de
mi espíritu, me pone de los nervios y me desvela sin posibilidad de volver a
conciliar el sueño?
¿Qué
haríais vosotros si estuvierais en mi lugar? Ya sé que lo mejor sería
comentárselo a él directamente, pero ¿y si es un pedazo de chulo y un
prepotente, se me pone en plan gallito y me tilda como la típica hipersensible
a los decibelios? Yo, de momento, voy a hablar con el presidente para que convoque una reunión como hacen
enseguida en «La que se avecina». No creo que haya ningún vecino sordo ante tal
cataclismo (otra cosa es que se lo hagan…). Es bien sencillo: que el presidente
hable con él o que le dirija un escrito sugiriéndole que cese en su conducta. «POR FAVOR, CIERRA LA PUERTA SIN DAR
PORTAZOS. GRACIAS.» Tampoco hace falta añadir más floritura o formalismo al
asunto, que igual ni entiende el mensaje. Al grano y sin rodeos. Si tú ¡pum, toma
portazo!, nosotros ¡pam, toma cartelito!
© Marta García Carrato |
Lo
de tener un enfrentamiento, poner una denuncia y emprender acciones legales por
contaminación auditiva, es una vía
remota que quisiera evitar, que esta comunidad no es el Mirador de Montepinar y
acudir a la Justicia para resolverlo sería muy fuerte, aunque el ruido que
tienen que soportar mis tímpanos con sus portazos también lo es. Bueno, en
éstas andamos ahora. Y tengo un sueño por culpa suya… Ya os contaré cómo termina
la historia.
© Marta García Carrato, 2015
Marta...si yo te contara con los vecinitos que tengo abajo....
ResponderEliminaruna auténtica cruz....la comunidad ha hecho de todo...pero ellos pasan...unos auténticos trogloditas...qué me vas a contar!
Somunivers: Ante todo, gracias por tu comentario y por haber leído mi post. Sí, esto es algo que siempre me ha llamado la atención. En todas las comunidades siempre suele haber un vecino (o más) que tiene derecho a molestar mientras que el resto sólo tienen derecho a aguantar. Algunos se conforman con esta opción tal vez por miedo a represalias o para evitar conflictos y enemistades en la comunidad. Y mientras tanto, esos trogloditas, como muy bien los defines tú, tienen derecho a tocarte la pandereta a las cuatro de la madrugada. Puedes contar y explayarte (si así lo deseas), que ya somos dos los que tenemos que aguantar este problema vecinal y llevar esa cruz a cuestas. Ya sé que no está en nuestras manos convertir a esos trogloditas en cívicos a estas alturas, pero por lo menos nos desahogamos a través de este blog. Un cordial saludo y te vuelvo a dar las gracias por haberlo visitado.
EliminarDíselo en persona, quizá no sea consciente. Casi peor lo tenían un par de vecinas mías, que oían jadeos y ñaca-ñaca casi todos los días a las 4 de la madrugada. Sí, cabecero contra cabecero, la forma de las habitaciones no admite otra colocación de la cama. Tampoco sé en qué acabó la cosa.
ResponderEliminarDíselo en persona, quizá no sea consciente. Casi peor lo tenían un par de vecinas mías, que oían jadeos y ñaca-ñaca casi todos los días a las 4 de la madrugada. Sí, cabecero contra cabecero, la forma de las habitaciones no admite otra colocación de la cama. Tampoco sé en qué acabó la cosa.
ResponderEliminarZarzamora: Te comunico que a mi vecino le han debido de cambiar el turno. Lo deduzco porque han cesado los portazos en horas intempestivas. Por lo menos, ya podemos dormir en paz.
EliminarQué curioso lo de los jadeos, ¿siempre a la misma hora?
Yo también tenía hace tiempo el problema de tus vecinas, pero lo solucioné rápido. Cuando terminaba el "espectáculo", comenzaba a aplaudir y les aclamaba: "¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!". Supongo que debieron de sentir vergüenza al percatarse de que alguien los estaba escuchando y decidieron poner el modo "OFF"...
Tengo el mismo problema, mis vecinos no saben convivir, tiran la puerta durísimo, y no los e enfrentado porque eso le corresponde al propietario para no tener problemas,psicológicamente estoy afectada con este problema
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