¿Sabíais que la moda nipona de los «hoteles
cápsula» diseñados para ejecutivos sin tiempo de regresar a casa después de una
larga jornada laboral u hombres de negocios borrachuzos ya ha llegado a
Barcelona? Muchos os estaréis preguntando qué es eso del hotel cápsula. Bueno,
pues es un concepto no apto para claustrofóbicos, empecemos por ahí. Pero, al
margen de fobias os lo resumiré: un hotel cápsula es un establecimiento que ofrece
la posibilidad de alojarse en un cube
o habitáculo individual con forma de cápsula, de ahí su nombre, de apenas dos
metros de longitud, un metro de alto y un metro veinticinco centímetros de
ancho. Para que me entendáis, un easyhotel
pero reducido a lo bestia. En resumidas cuentas, lo justito para dormir. En el
supuesto de que el huésped sea muy alto, deberá dormir encogido e incómodo. Si
sufre obesidad mórbida, sentirá seguramente lo más próximo a ser enterrado
vivo, con la práctica paralización de su cuerpo durante unas horas y el
consiguiente riesgo de padecer yagas. Y si el cliente juega en la NBA… bueno,
las probabilidades de alojarse en un hotel de estas características siendo un
jugador de baloncesto exitoso son más que reducidas, por no decir
reducidísimas, ya que no tendría ninguna necesidad, a no ser que lo hiciera sólo
por el placer de vivir una nueva experiencia.
Cada cube o litera cerrada (así se ha bautizado a estos nichos para
vivos, que es como los he bautizado yo) dispone de luz de lectura, toma de
electricidad propia, conexión inalámbrica a internet (lo que significa que uno
ya está «a salvo» y puede conectarse con el mundo para avisar a alguien si le
entra un ataque de ansiedad) y un pequeño armario de seguridad. Las cápsulas se
colocan en dos alturas, con unas escaleras para poder acceder al segundo nivel
y una cortina o una portezuela de fibra de vidrio para salvaguardar la
intimidad del cliente. Lo de la cortina aún tiene un pase pero lo de la puerta
transparente como que te acojona, seamos claros. Porque mira que como se
estropee la cerradura, te quedes allí encerrado y empiece a faltarte el aire…
Sólo falta que pongan un jarroncito con flores a modo de bienvenida en la
entrada de tu «habitación», que viene a ser el equivalente a que te den el RIP
antes de caerte muerto de cansancio en tu ataúd con colchón…
Parece ser que en nuestro país la
normativa ha sido más exigente que en Japón, se ha prohibido la entrada frontal
y se ha sustituido por una lateral. Tampoco está permitido cerrar los
habitáculos y se ha adoptado un sistema de literas privadas tipo box para dormir y descansar. El detalle de
edulcorar la versión más gore en
nuestra legislación siempre es de agradecer. Cada equipo de litera está dotado
de dos cajones con llave en los que los viajeros pueden guardar sus
pertenencias y el equipaje más voluminoso se almacena en unas taquillas en la
entrada del establecimiento.
La fórmula de este nuevo concepto hotelero
ha sido tan exitosa y ha tenido tan buen índice de ocupación en la Ciudad
Condal que ya se va a inaugurar un tercer hostel
de estas características durante este año y en Madrid también se va a abrir
otro albergue próximamente. Sus creadores han apostado por un esmerado diseño
joven a precio asequible (aquí los clientes son en su mayoría millenials europeos y no ejecutivos como
en el caso japonés), una limpieza que debe ser impecable y una cuidada
insonorización de las cápsulas. Pero a mí que no me digan, que si te toca un
vecino que tose, ronca, se tira pedos o le huelen los pies (eso es cuestión de
suerte), ya te han dado la noche, por mucha meticulosidad en el aislamiento
acústico que prometa el folleto. Sí, ahí siempre sale todo muy bonito y a
la hora de la verdad te topas con cada cutrez cuando viajas por el mundo…
Supongo que, cuando uno ha decidido
alojarse en una de esas cápsulas, tiene que armarse de valor y hacer una lista
con las cosas imprescindibles que deberá llevar consigo, que serán, a mi entender, éstas: primero, estar
dispuesto a viajar con una mochila; segundo, comprarse unos tapones por
si las moscas (bueno, moscas, moscones, mosquitos y compañeros de celda que vengan de juerga a mitad de la noche en un estado achispado); tercero, hacer uso de una pinza para la nariz para no tener que
oler efluvios desagradables, y, cuarto, intentar ser indulgente con las pestes
del vecino para que esto no suponga un handicap
a la hora de coger el sueño (¿reparador?).
La moda de las cápsulas también ha
llegado a algunos aeropuertos, que han instalado ya algunos sleeping pods o sleep box en los pasillos o cerca de las zonas de embarque para que
los pasajeros a los que les han cancelado el vuelo no tengan que abandonar la
terminal para ir a un hotel o tengan que dormir tirados en el suelo (digo yo
que eso será en la zona vip y a un precio astronómico por lo que tiene de
novedad la pijada). Una perspectiva de negocio rentable se abre para muchos
emprendedores, sobre todo teniendo en cuenta la de huelgas de controladores
aéreos y pilotos que hay en España…
Bueno, cada uno que viaje y se aloje donde quiera (o
donde pueda). A mí me parece fantástico que la oferta hotelera sea tan
diversificada para que el que lo desee pueda disfrutar de una experiencia
diferente o descubrir una sensación exótica (si alguien siente algún placer en
dormir en una caja de zapatos). Yo no entiendo muy bien a qué viene esa manía
de tanto reducir y aprovechar el espacio en una ciudad como Barcelona, que
abres la ventana del hotel y respiras el aire fresco del mar, aunque te alojes
en la pensión Alicia. Hay quien está dispuesto a pagar cuarenta euros por
dormir una noche en temporada alta (¿no os parece que eso de low cost no tiene nada?) en algo
parecido a un cementerio de alto standing, aunque tenga que dormir vestido o
con bata. No sé si alguno de vosotros se habrá alojado alguna vez en una
cápsula de ultratumba de éstas y qué sensación habrá experimentado, si habrá
dormido de un tirón, si le habrá costado horrores conciliar el sueño o si se
habrá pasado toda la noche en vela. Yo prefiero abstenerme de probar el invento,
por muy práctico y económico que les resulte a algunos, que a estas alturas de
la vida estoy demasiado acostumbrada a plantificar mi cepillo de dientes y mis
cosas en la habitación de un hotel convencional. ¡Qué gusto da esa sensación,
llegar y decir: ya me he instalado! Para eso me quedo en mi casa, me enchufo un
reportaje de viajes de Canal Viajar en mi plasma, estiro las piernas sin
restricciones de espacio y, oye, tan a gusto…© Marta García Carrato, 2015
Hotel-cápsula japonés. Foto extraída de la web todoparaviajar.com. |
Litera privada en el Dream Cube Hostel Barcelona. |
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