¡Definitivamente,
voy a pensar que la Diagonal está maldita! Desde hace meses la avenida Diagonal
de Barcelona está patas arriba debido a las obras, y cuando no es noticia por
una cosa lo es por otra. Ayer lo fue porque un autovolquete o dumper se llevó
por delante a una mujer y al cochecito en el que llevaba un bebé de pocas
semanas. Según la versión de algunos peatones, la máquina los empotró contra el
poste de un semáforo mientras ambos estaban esperando para cruzar el lateral en
un espacio estrecho que han habilitado a modo de corredor mientras duran las
obras de renovación del pavimento de las aceras. Por suerte, hay que dar
gracias que no acabó en tragedia, todo quedó en un gran susto (un golpe sin
consecuencias) y tanto la mujer como el bebé están sanos y salvos. ¿Sin
consecuencias? ¿¿¿¡¡¡Qué!!!??? Es cierto que no hay que lamentar ninguna
víctima pero el “incidente” no debería pasarse por alto. Cómo no, las redes
sociales se han llenado de comentarios en los que el operario ha recibido la
peor parte (que si era o no era nacional con la típica coletilla de “yo no soy
racista, ¿eh?”, que si a ver si era un indocumentado, que si no sería un obrero
fumeta, que si se le hizo o no la prueba de alcoholemia, o sea, si le hicieron
soplar…). Qué fácil es hablar por hablar. Qué fácil es insultar. Hay quien
insulta y se queda tan ancho. Pues no creo yo que ese trabajador se haya
quedado tan ancho como critican por ahí... ¡Un poco de respeto con los
trabajadores, que bastante tienen ya con estar perdiendo tantos y tantos
derechos laborales! Bastante susto se habrá llevado el hombre para que aun
encima le señalen como CULPABLE, con todas las consecuencias. En cualquier caso, habría que plantearse qué
tipo de preparación recibe el personal que se encarga de la remodelación de
esta vía (y eso incluye también a los obreros no cualificados) y analizar
minuciosamente los criterios de seguridad que se siguen (ahora sí que está
empezando a entrarme la risa…). Señores, a ver si, aun encima, habría que
paralizar las obras con lo justos de tiempo que vamos… ¡vamos que nos vamos!
Yo creo que
si no pasan más desgracias y atropellos en las obras de la Diagonal es de milagro.
Vamos, porque una fuerza sobrenatural no lo quiere. Porque a los transeúntes
muchas veces no nos queda otra que bajarnos de la acera (luego que no nos
llamen inconscientes) y tampoco es que exista una buena señalización en las
vallas que han colocado provisionalmente y que también representan un peligro
añadido en estos días ventosos. ¡Menudo lío y menudo intríngulis! Sigue la
flecha, ahora por la derecha, ahora por la izquierda. ¡Alto el paso, que el
semáforo se ha puesto rojo! ¿No tendría que haber aquí un urbano para poner un
poco de orden? (Sí, pero está poniendo multas…) Yo, qué raro, todavía no me he
llevado ningún susto, y espero no llevármelo, que ya me atropelló un Panda hace
siglos en la Diagonal y con una vez tuve bastante.
El
trabajador que conducía el autovolquete declaró a la Guardia Urbana que se le
había escapado el embrague cuando iba marcha atrás y se llevó por delante una
valla de protección y arrastró a la mujer y el cochecito con el bebé hasta el
poste de un semáforo. La que le puede caer, digo yo. (CONSEJO: Si ELLOS no
extreman las precauciones, nosotros como PEATONES tendremos que extremarlas y
seguir cruzando por nuestra cuenta y riesgo…)
Yo estoy
entre las personas que cada día se juegan la vida cruzando la Diagonal sí o sí y
admito que estoy de las obras hasta la coronilla, por decirlo finamente, y que
tengo que soportar el caos tanto circulatorio como peatonal. Si hubiera
participado en algún estudio psicológico, seguramente me habrían dictaminado
que mi nivel de estrés ha aumentado considerablemente desde que se iniciaron
las obras en la Diagonal. Ya deliro. Me imagino tumbada en el diván de un gabinete
psicológico mientras respondo a la pregunta de por qué he aceptado participar
en el estudio del consultorio: “Mire, no puedo soportar ver en qué están invirtiendo
el dinero que pago con mis impuestos; es vergonzoso ver cómo mi dinero se
volatiliza de este modo”. Pero no me queda otro remedio que cruzar cada día la
avenida casi a golpe de pito y, además, en hora punta, que aún tiene más mérito
(porque, hoy por hoy, resulta imposible hacerlo por ningún puente o por ningún
túnel). Por no hablar de la “acerita” que han dejado en las “paraditas” de
autobús, con los coches pasándote casi a ras por delante y por detrás, que
cuando vas a coger el bus más parece que estés participando en un rally
(cualquier día el autobusero va a decirme: “¡Prueba superada!”). Y no digamos
lo difícil que se hace andar por la acera sin trastabillarse una con los
tacones en la nueva baldosa de la hojita con relieve (vaya tela…), que habrá que llevar un par de zapatillas deportivas en el bolso, al estilo neoyorquino. Y con tanta
afluencia de peatones, en ocasiones es casi imposible cruzar la calle sin
invadir el carril bici. ¡Ciclista! ¡Perdóname la vida! ¡Ten piedad de mí! (Bueno, éste es un tema que da para otro post.) Pero, no sé,
no sé, me parece que con estas obras que no se acaban nunca, todos vamos a
salir perdiendo: coches, motos, ciclistas y peatones, y que va a ser peor el
remedio que la enfermedad. Se supone que antes de invertir todo ese presupuesto
en las obras se ha hecho un estudio minucioso al respecto y… ¡sí, es para flipar!
Me he
enterado también por los periódicos de que, la semana pasada, un operario que
estaba realizando tareas de señalización en la Diagonal, resultó herido por
contusiones tras ser atropellado por una excavadora que conducía otro
trabajador de las obras. Y lo que no se sabe y queda en simple "incidente" sin consecuencias... ¡Madre mía!
(Fuente: La Vanguardia) |
No nos
engañemos: Estamos en año electoral, todo es politiqueo y deben terminarse
todas las obras iniciadas, que son muchas y son siempre una mera excusa. ¿El
resultado? Pues como viene siendo siempre habitual: NEFASTO. ¿O no está
claro cómo terminan todas las obras? Pues deprisa y corriendo. ¡Que hay prisa! ¡Que
hay prisa!
Si total a los dos días tendrán que volver a arreglarlo…
© Marta García Carrato, 2015
© Marta García Carrato, 2015